viernes, 3 de diciembre de 2010

Ventajas del Parlamentarismo


Distintas figuras políticas y jurídicas se manifiestan a favor de atenuar los problemas que causa el hiperpresidencialismo en las instituciones. Hay que evitar las trampas de final trágico cuando se pierde la mayoría en las elecciones legislativas.



Por: Roberto Saba
Fuente: PROFESOR DE DERECHO CONSTITUCIONAL. DECANO FACULTAD DE DERECHO, UNIVERSIDAD DE PALERMO
La muerte de Raúl Alfonsín nos motiva a muchos a revisitar la obra de su presidencia y, en particular, algunos de los proyectos que, a pesar de no haber prosperado, no han perdido actualidad.

En este sentido, quiero detenerme en su iniciativa de intentar una reforma constitucional que aspiraba a darle mayor estabilidad al gobierno frente a la paradójica debilidad en que lo deja el hiperpresidencialismo establecido por la Constitución y alimentado por la práctica política. En 1984, le encargó el diseño de la propuesta a Carlos Nino. La idea era la de instaurar una nueva forma de gobierno semipresidencialista en Argentina, más cercana al modelo de los gobiernos parlamentarios europeos que al de la presidencia de los Estados Unidos, que parece funcionar más o menos bien sólo en ese país.

El diagnóstico que motivaba la propuesta era que la combinación de un Presidente elegido por el voto popular y el establecimiento de un mandato de tiempo fijo (cuatro años desde la reforma de 1994) genera una trampa de trágico final cuando el mandatario pierde el apoyo de las mayorías que lo votaron y aun le queda mucho (o incluso poco) tiempo por delante en el cargo. Ello podría traducirse, incluso, en la pérdida de la mayoría en el Parlamento. El Presidente, imbuido del enorme poder formal que le confiere la Constitución, carecería en esa circunstancia adversa del necesario poder real para llevar adelante sus políticas. El desenlace probable es su renuncia.

Ese final es una catástrofe de dimensión tsunámica tanto para el líder como para su grupo político, que puede hacerlos desaparecer de la escena política por años o décadas.

Por eso, se comprende la desesperación por renovar la legitimidad perdida que lleva al líder a idear todo tipo de parches para un sistema demasiado rígido con el fin de poder seguir gobernando: cambios en el gabinete, adelantamiento de elecciones, campañas electorales dramáticas del tipo "yo o el fin del mundo" o esta nueva propuesta de las candidaturas "testimoniales". Alfonsín y de la Rúa padecieron situaciones de este tipo en 1989 y 2001, respectivamente.

Un sistema más parlamentario, en cambio, intenta superar el grave problema de un Jefe del Ejecutivo que ocupa su puesto a raíz del voto de mayorías pasadas que ya se han desvanecido. El modelo se distingue por un aspecto central de su diseño: el Primer Ministro, cargo comparable al de nuestro Presidente, cuando observa que se pone en duda cuál es el real apoyo popular con el que cuenta, tiene a su alcance la poderosa y excepcional herramienta de disolver al Parlamento, es decir, hacer caducar los mandatos de todos los legisladores y convocar a elecciones legislativas con miras a ganar esas elecciones legislativas y así renovar una legitimidad que se supone perdida. Si vence, sigue adelante con renovadas fuerzas. Si pierde, la nueva mayoría parlamentaria vota su remoción y elige un nuevo Primer Ministro, que gobernará, ahora, con apoyo de las mayorías. Así, ese mandatario es siempre un líder que goza del apoyo popular y del acompañamiento de una mayoría legislativa en el Congreso, lo cual le permite gobernar. Esta especie de plebiscito es algo normal y hasta saludable en el contexto del parlamentarismo.

El problema no es el "plebiscito", sino el retorcimiento artificial de las reglas de juego vigentes en el hiperpresidencialismo para que ello suceda, degrandando las instituciones y la Constitución. Siempre es bueno que el gobierno sea respaldado por la mayoría del pueblo, pero el presidencialismo no deja espacio para que pueblo y gobierno coincidan porque deja atrapado al Presidente en un mandato de tiempo fijo.

Además de Alfonsín y de Nino, se han expresado a favor de esta propuesta de antídoto para curar nuestra debilidad institucional estructural, juristas y políticos que van desde el juez Raúl Zaffaroni al ex presidente Duhalde, pasando por Néstor Kirchner, que sostuvo en 2003 que "de las veintidós democracias estables existentes en el mundo, tomando como parámetro aquellas que han durado cincuenta años o más ininterrumpidamente, veinte son parlamentarias, y este dato algo nos tiene que decir. A primera vista parecería que el parlamentarismo presenta una mejor opción que el presidencialismo".

Muchos ven el problema. Sin embargo, parece ser que el único que podría avanzar con la solución es un Presidente que aún conserve su poder intacto, quizá al inicio de su mandato, pero, paradójicamente, ese momento es en el que ese mandatario cuenta con los menores incentivos para reducir su propio poder.

En este punto, quizá Alfonsín, cuando lanzó su propuesta en 1984, fue, también en esto, una excepción.


Artículo publicado en Clarín, 27/4/09

4 comentarios:

  1. Maxi...
    La mayoría de las personas que conozco sueñan con encontrar a un político capaz de interpretar sus anhelos. Una especie de padre o de gran hermano que los defienda de todos los males.
    Carrió, Alfonsín, Macri, Reutemann, Duhalde, son algunas de las esperanzas para distintas personas.
    Más allá de que Ricardo es quién me genera las mejores expectativas, no creo en líderes providenciales y tampoco en partidos providenciales.
    En mi opinión la mejor manera de asegurarse un país mejor, consiste en...
    1) Que todos los ciudadanos participemos mas y mejor en la vida política, no necesariamente partidaria.
    2) Mejorar las instituciones, de manera que nuestros representantes políticos sientan a la gente mas cerca suyo, ya sea para apoyarlos como para criticarlos. Y si fuera necesario, para revocar sus mandatos, mediante un referéndum popular o mecanismo parecido.
    Obviamente el punto mas alto de este andamiaje que sueño para nuestro país (igual que tu) es llegar a tener un Sistema Parlamentario de Gobierno.
    Veamos si podemos coordinar esfuerzos para que cada día mas gente conozca las bondades del Parlamentarismo, y se decida a apoyar una "Iniciativa Popular" para presentar ante el Congreso Nacional.
    Seguramente en un principio no nos prestarán atención.
    Luego dirán que el sistema es muy bueno, pero que nuestro país no esta preparado.
    Etc... Etc... Etc...
    Más allá de estas previsibles maniobras evasivas de nuestros políticos, lo bueno será que mucha mas gente conozca un sistema que si bien no resolverá por si solo todos nuestros problemas, sin dudas es mejor que nuestro poco democrático sistema Hiper Presidencialista.
    Un abrazo.

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  2. En el comentario anterior olvidé mencionar otro punto fundamental para completar las reformas políticas necesarias.
    Me refiero a acabar de una vez y para siempre con las tristemente célebres "listas sábana", y reemplazarlas por la posibilidad de elegir a nuestros representantes de manera individual y por circunscripción, sistema que estuvo vigente en nuestro país hasta comienzos del siglo 20.
    Saludos.

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  3. Eduardo:

    Creo que tenemos que considerar que la batalla por la transformación de un sistema hacia otro debe ser paulatina, y con matices. Estamos, desde luego, en la misma vereda a la hora de las definiciones institucionales. Creo fervientemente que un sistema de pesos y contrapesos es el objeto de una transformación profunda, que después se traslade a las diferentes áreas del Estado. Primero, a mi entender, necesitamos adherir a otros conceptos, tales como federalismo (en todas sus vertientes), democracia partidaria, participación ciudadana... Entonces, la transformación desde infra hasta supra. Y nos aseguramos la legitimación del sistema. Consenso, diálogo, son los ejes de lo que buscamos. El Parlamentarismo obliga a encontrarlos.

    No te olvides que nuestros blogs son herramientas de pensamiento, fomento y reflexión. Depende de nosotros plantear posibilidades nuevas.
    Un abrazo.

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